La venganza.

Por fin te tengo entre mis manos, te haré pagar cada momento amargo que viví mientras estuve contigo. En aquellos tiempos, cuando nos casamos, era joven e ingenua, confiaba demasiado en ti, te amaba, pero pasó el tiempo y empezaste a mostrar tus dientes. Llegabas borracho, desfigurado, irreconocible. No podía creer que fueras el mismo hombre con el cual me comprometí a pasar el resto de mis días. Ese hombre amable y respetuoso al cual admiraba, que siempre me complacía, que estaba dispuesto a sacrificarse por mí en nombre del amor que me predicaba. ¿Cómo no lo vi llegar antes? Debí suponer que tanto amor no podía ser real, por lo menos no en este mundo. Por esos diez largos años de sufrimiento que sentí duplicados, lentamente te voy a romper cada uno de tus dedos para que sientas en carne propia esa agonía que sufrí mientras estuve en tu jaula. Esa prisión a la que llamábamos matrimonio. Sé que te duele, pero eso me resulta insignificante comparado con mi dolor. No me importa que me vean desmembrarte con tanta saña. Te clavaré este lápiz una y otra vez entre tus costillas, lo retorceré con fuerza y lentitud. ¿Sientes cómo te falta el aire, cómo se te escapan las energías, cómo te desintegras poco a poco? Así me desintegré, cuando vivía contigo. ¿Recuerdas cuando llegaste con tus amigos esa vez que entre todos disfrutaron de mí?  Reías y golpeabas, yo, me deshacía lentamente. Pero esa fue la gota que derramó el vaso. Cuando menos lo esperabas, escapé. Escapé para encontrarte ahora. Para verte a los ojos fijamente y cobrarte mi dolor sacándotelos con este lápiz. No me importa que esa señora esté sentada a mi lado viéndome aterrada, como sea, te partiré las piernas, romperé tus brazos con los cuales disfrutaste golpeándome. Por último, sí, eso mismo que piensas, destruiré tu hombría y si, con el mismo lápiz. Lo retorceré una y otra vez. Te lo arrancaré de cuajo. Así no te podrás vanagloriar de lo que hiciste con él a tantas otras. Recogeré cada pedazo de tu ser, junto a ellos te estrujaré y encerraré en mi puño, sacaré mi mano por la ventanilla. La abriré lentamente para que el viento te arrastre de a poco y te deje atrás con todos los pedazos de esta, tu maldita foto.